Comment les Démocraties Finissent

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El problema no es criticar por criticar. Nuestro ánimo es aportar la crítica constructiva donde entendemos se comete un importante error. Por ejemplo, ante nuestras propias narices está naciendo una corriente tan absurda como aquella en la cual nos quiere encasillar – uniformemente -- la mayoría de nuestros políticos tradicionales. Ante lo peligroso e inconveniente de empeñarse obstinadamente en la teoría que asegura que aquí va a haber referendo revocatorio limpio y transparente, está floreciendo una corriente -- radicalmente opuesta -- la cual nos invita a convertirnos en soldados de infantería y con nuestras escopetas, chopos y machetes, salir a enfrentar a las Fuerzas Armadas entregadas al cartel extranjero que desde Cuba maneja Castro. ¡Ojalá pudiéramos!


Por ahí me salió un lector comparándome a Jean-Francois Revel, quien hizo de la crítica universal su deporte. Revel escribió “Italianos al Desnudo”, donde señalaba que los italianos jamás han ocupado un lugar prominente en sexualidad ni en cocina. Su obra “En France” (“En Francia”), indignó a los franceses al demostrarles su chovinista desconocimiento del resto del mundo. Para ponerle la tapa al pomo, en su libro “Ni Marx ni Jesús” provocó la irritación de los intelectuales izquierdistas de todo el mundo al proclamar que la única sociedad verdaderamente revolucionaria en la última parte del siglo XX no era la Unión Soviética, ni China, ni Cuba, ni Kampuchea… sino Estados Unidos.

Pero lejos de molestarme con la absurda comparación, el amigo lector lo que hizo fue elevarme el ego, pues Jean-Francois Revel fue un importante profesor de filosofía convertido en periodista, ex editorialista y director del prestigioso semanario L’Express, y además de hacer muchas travesuras literarias que le ayudaron a cosechar cualquier cantidad de enfurecidos críticos a lo largo y ancho del mundo intelectual (y no tan intelectual), escribió también un aleccionador y escalofriante libro titulado “Comment les Démocraties Finissent” (“Cómo Mueren Las Democracias”), una obra espectacular que si le cambiamos algunos eventos, países y protagonistas por otros, la pudiéramos reeditar para que encaje en la enajenada realidad de la Venezuela de hoy.

En una oportunidad el amigo Revel montó en cólera ante la apreciación generalizada de muchos “kremlinólogos” occidentales quienes aseguraban -- solemnemente -- que el entonces recién llegado al poder en la Unión Soviética, Yuri Andropov, era un hombre muy civilizado porque leía novelas norteamericanas y bebía güisqui escocés, por lo tanto estaba a punto de liberizar el sistema soviético. Revel recordaba entonces que a la muerte de Lenin, en 1924, los analistas políticos del occidente felicitaban al mundo porque el poder soviético quedaba en manos de un “pragmatista moderado”: ¡José Stalin!

La obra de Revel, “Comment les Démocraties Finissent” está llena de impresionantes ALERTAS. Tal vez en eso nos parecemos un poco… digo yo, modestia muy aparte. En su libro Revel decía que nada asegura que la democracia pudiera ser eterna, sobre todo si ella persiste en negarse a prestar atención a las lecciones de la historia y – sobre todo – si se continuaba confundiendo DESEOS con REALIDADES. No pongo en duda hoy que todos nosotros DESEEMOS participar en un referendo revocatorio que saque del poder al Sr. Chávez para poder hacerlo preso, enviarlo a La Haya, condenarlo por crímenes de lesa humanidad y guardarlo para siempre al lado del Sr. Milosevic, su colega en desmanes. Pero, ¿es una aspiración basada en la realidad?

Acepto absolutamente el sentimiento de rabia e impotencia de la gran mayoría de los venezolanos ante la agresión y humillación producida por una “potencia” extranjera de pacotilla que produce en nosotros el deseo de querer salir a las calles – hoy mismo – con un revolver en la mano a enfrentarnos a las tanquetas artilladas con cañones de 60mm. Pero, ¿podría cristalizarse ese sueño en una aceptable y factible realidad?

Revel advertía que por una combinación de ceguera y timidez, las democracias habían dejado -- desde la Revolución rusa -- que las dictaduras comunistas dispusieran todas las jugadas y fijaran la mayoría de las reglas en los asuntos internacionales. Vemos en Venezuela cómo el régimen CASTRO-COMUNISTA de los señores Chávez y Castro, dicta las pautas y fija las reglas en los asuntos políticos domésticos, al tiempo en que intenta y sueña con hacer lo propio más allá de las fronteras cubanas y venezolanas.

El Sr. Jimmy Carter se “cogió los dedos” con Leonid Brezhnev, a quien consideraba un pragmático amante de la paz y quedó dolorosamente sorprendido cuando ocupó Afganistán. El Presidente Carter hubiera DESEADO otra cosa muy diferente en torno a los acontecimientos que cambiaron al mundo; confundió DESEOS con REALIDADES. Tal vez no se hubiera llevado tal sorpresa, opinaba Revel, si hubiera recordado – por ejemplo – cómo en 1921 los soviéticos extinguieron la libertad de la joven república de Georgia en el Cáucaso, donde en una previa elección democrática los bolcheviques habían obtenido sólo 24,513 votos de un total de casi 900.000 emitidos. El Ejército Rojo, respondiendo a lo que llamó “los deseos de los georgianos”, invadió el país, ahogó en sangre la resistencia y anexó el territorio a la Unión Soviética. Algo muy similar sucedió en 1940 con las repúblicas bálticas… y todos estos desmanes se hicieron ante los ojos de la Liga de Las Naciones, representantes – entonces – de lo que hoy conocemos como la “comunidad internacional”.

Decía Revel que como las democracias habían desistido de desafiar a los soviéticos por haber invadido territorios, los comunistas de todas partes llegaron a considerar que cualquier cosa en el mundo no comunista era caza no vedada. Entre las reglas que según Revel los países democráticos aceptaban en mayor o menor grado, estaba aquella en la que los comunistas escogían el lugar y el momento de la confrontación, lo que les daba inmensas ventajas tácticas. Vemos en Venezuela cómo el Sr. Chávez nos prepara cada domingo – en su programa “Aló Presidente” – la agenda de la semana por venir, escogiendo el tema de discusión, entretenimiento y “guaraleo”, mientras nos mete cubanos del Batallón II de Infantería y envía jóvenes venezolanos a Cuba para ser entrenados en las técnicas de las “Brigadas de Acción Rápidas”, inteligencia, contra-inteligencia, tácticas de confrontación y defensa urbana, etc.

Decía Revel que Lenin, en una discusión un tanto agria con su canciller Chicherin, en 1922, le recordó que el Partido empleaba el pacifismo para desintegrar al enemigo, a la burguesía. Revel señalaba que nada era más grotesco que el repetido anhelo de los estadistas occidentales por creer a los dirigentes soviéticos cuando estos afirmaban estar ansiosos por lograr la paz, sin embargo, antes de comenzar cualquier negociación, se aseguraban siempre de pedirnos concesiones por delante -- sin mencionar en absoluto las del lado comunista – para convencerlos de nuestra buena fe. Franklin Roosevelt cayó por inocente en las trampas de Stalin cuando en Yalta le dio al soviético lo que éste le pidió, con la infundada esperanza de que Stalin le daría algo a cambio. Ya vimos el papelazo en el cual culminó la llamada y costosísima “Mesa de Negociaciones” presidida por el Sr. César Gaviria y vemos hoy al Diputado Maduro hablar de paz como si se hubiese convertido, en la tarde de ayer, al evangelismo.

No obstante todas estas advertencias, aseguraba Revel que no había una necesidad objetiva de que las democracias mueran, puesto que éstas ofrecen a sus ciudadanos más comida, comodidades y oportunidades de realización personal que cualquier otro sistema de gobierno en la historia. Sentenció Revel – cual profecía – que aún con todos esos baches de ignorancia y errores, un sistema tan superior como la democracia prevalecería – al final -- sobre el comunista… y fue así, salvo en países tan cavernícolas como Cuba y Corea.

Pero concluyo al igual que Revel. Si los venezolanos insistimos en malentender al CASTRO-COMUNISMO y negarle sus apetencias de imperialismo rojo… y dejamos que el bando contrario fije las reglas; seguimos soñando con pajaritos preñados, creyendo que con utópicos métodos electorales vamos a sacudirnos de este monstruo de diez mil cabezas o lo podemos hacer – fuera de “LA GUARIMBA” -- con un chopo en la mano y cuatro perdigones calibre 16, nos estaremos colocando en la misma posición de los atenienses en el siglo IV a. de C.

Demóstenes, el gran orador, advertía constantemente a sus conciudadanos que el poderoso vecino de Atenas, Filipo II de Macedonia, no había creado un ejército formidable con fines netamente pacíficos. Les decía Demóstenes que la vigilancia eterna era el precio de su libertad.

Los atenienses de entonces escuchaban con cortesía, pero al cabo de pocos años se aburrieron de Demóstenes y de sus insistentes advertencias de ALERTAS sobre Filipo II. Era más cómodo creer en otros oradores – algunos de ellos pagados por el propio Filipo II y otros verdaderamente sinceros – que decían que el rey de Macedonia buscaba la paz universal… y lo siguieron creyendo hasta que Filipo II y su formidable ejército invadieron Atenas en el año 338 a. de C. Los atenienses no recobrarían la libertad sino 2170 años después.

Caracas, 19 de junio de 2003